martes, 22 de diciembre de 2009

La locura le consume por dentro.

Claudia abre bien los ojos mientras siente unas punzadas en el corazón, tan fuertes y tan dolorosas que se le saltan las lágrimas y tiene que encogerse sobre si misma. Se pregunta como la vida puede continuar, como la gente puede pasear tan tranquila y como los coches que la rodean, pueden seguir pasando, tocando la bocina, sin verla ni a ella, ni a su dolor. Ya le habían advertido que no debía ir a visitarle, y que si lo hacía tenía que esperarse lo peor. Él estaba muy mal. Pero Claudia, como siempre, no hizo caso de las advertencias y, en cuanto recibió la llamada de teléfono de los padres de Karl, salió disparada hacia el hospital donde lo tenían ‘retenido’. Una enfermera la acompañó hasta una puerta, le sonrió cálidamente y le dijo:
- Si necesitas algo grita y vendremos a socorrerte en seguida. Si ves que no puedes controlar la situación hay unas pistolas al lado de la puerta, no dudes en dispararle.
Claudia se quedó clavada en el sitio y abrió varias veces la boca, pero no dijo nada.
- ¿Es la primera vez que lo ves? - Clau asintió y la enfermera pareció compadecerse de ella.- Las pistolas llevan calmantes, no le hacen ningún daño, es por su bien…
- ¿Tan mal está?
La enfermera no le contestó y se limitó a abrirle la puerta con cuidado. Claudia respiró hondo y entró.
Al principio lo vio de espaldas, parecía el de siempre: su misma espalda ancha y bien formada, su mismo pelo rubio y revuelto… pero en cuanto se giró Clau comprendió que Karl ya no volvería a ser el mismo. Sus ojos celestes estaban desfigurados por un dolor insoportable, grandes ojeras marcaban su rostro, sus mejillas estaban pálidas y su sonrisa… su sonrisa era siniestra y, daba miedo, mucho miedo.
Claudia no pudo evitar retroceder un paso, estaba paralizada. Karl no tardó nada en darse cuenta de su presencia y, en seguida, se abalanzó hacia ella agarrándola por los brazos. Clau pegó un bote y Karl la miró sin verla.
- ¿Claudia, eres tú?
Ella asintió, sin saber que decir o que hacer.
- ¿Por qué estás llorando Claudia?
Claudia se toca el rostro con las manos, no esta llorando, solo esta asustada.
- ¡¿Claudia?! - Karl la suelta y mira a su alrededor. - ¡¿Claudia donde estás?! ¡Te oigo llorar, Claudia!
Karl repite su nombre muchas veces más, cada una de ellas un poco más fuerte. Claudia rompe a llorar y sale corriendo, cerrando la puerta tras de sí. La enfermera está esperándole se acerca a ella y le dice:
- ¿Tú conoces a esa tal Claudia?
- ¿Por qué lo pregunta?
- Porque siempre se altera cuando dice su nombre. ¿Sabe? Yo creo que esa chica es la que le volvió loco.
Clau no quiere escuchar nada más, a si que hecha a correr hacia la salida, necesita aire. Una vez en la calle le llega de golpe el impacto de la realidad. Karl está loco. Loco por su culpa.

2 comentarios:

Irene Calduch dijo...

Loco por una chica...
Nada es imposible.
:)

X dijo...

Todos somos Karl.